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domingo, 26 de septiembre de 2021

Myrtus Communis. Arrayan. Murtra

 

Myrtus comunnis o murtra


El myrtus communis es un arbusto de hoja perenne, típico de la cuenca mediterránea que puede medir entre 60cm y 2 metros de altura. De mayo a agosto se llena de flores blancas muy olorosas, que en otoño se convierten en unas bayas comestibles que adquieren un color negro azulado cuando están maduras. 

Su nombre en latín procede del griego "myrtos", derivado de "myron", que significa perfume, fue consagrado a la diosa Afrodita y se le atribuían propiedades excitantes. Simboliza el amor, el nacimiento y la resurrección. 

El mirto contiene taninos, resina, cineol, dipenteno y mirtol. Los frutos contienen ácido málico y abundante tanino. 

Tiene propiedades anti catarrales, antisépticas, astringentes, y desodorantes. La esencia de mirto tiene propiedades balsámicas y sedantes y es muy utilizada contra afecciones pulmonares y bronquiales.

Podemos preparar una tisana con 30 gr. de hojas por litro de agua endulzándola con miel. Tomaremos tres tazas al día.

Esa misma tisana la podemos utilizar para lavar y desinfectar heridas acelerando así su cicatrización. 

Antiguamente se cocían las bayas y se utilizaba el agua de la cocción para lavar el pelo, ya que tenía fama de oscurecer el mismo, evitando la caspa e incluso la caída. 

Cuenta una leyenda que una mujer sin hijos rogaba a Dios cada día, que le concediera algo que cuidar. "Aunque sea un mirto" decía. Sus plegarias fueron escuchadas y dio a luz un mirto que plantó y cuido maternalmente.

Un príncipe que paso por el camino, vio el mirto y quiso llevárselo a palacio, a lo que la mujer accedió, después de hacerle prometer que lo cuidaría con esmero. 

El príncipe colocó el mirto en su habitación y una noche fue despertado por unos pasos y descubrió a su lado a una muchacha de piel sedosa a quien abrazó y amo hasta el amanecer, cuando ella desapareció misteriosamente. Durante seis noches seguidas el príncipe recibió en la oscuridad la visita de la muchacha que desaparecía siempre al amanecer. La séptima noche decidió atarse un rizo de la muchacha a su brazo y así pudo contemplarla al amanecer. Ella le reveló que era el espíritu del mirto y que tomaría figura humana cada vez que alguien hiciera sonar una campanilla junto a la planta. Unas cortesanas, celosas de su belleza hicieron sonar la campanilla y abalanzándose sobre ella la destrozaron. Un sirviente que encontró los trozos del mirto, los puso de nuevo en el tiesto y milagrosamente la planta resucitó.








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